La familia de Kenneth Miguel Armijo, investigador científico senior e ingeniero de los Laboratorios Nacionales Sandia, lleva cultivando chiles en Nuevo México, Estados Unidos, por casi un siglo. “Lo hemos hecho incluso desde que el estado era parte del territorio mexicano”, comenta. “El chile es parte de nuestra sangre”.
Tanto en este estado, como en su familia, el chile no solo se usa en varias recetas, sino que se asa para resaltar su sabor. Pero se trata de un proceso que, infortunadamente, no es tan amigable ambientalmente, ya que el asador que se utiliza para el proceso es alimentado por propano, un combustible que emite gases de efecto invernadero y, por ende, contribuye al cambio climático.
De hecho, según cálculos realizados por los Laboratorios Nacionales Sandia, durante la temporada de chile en Nueva México, se emiten alrededor de 7.800 toneladas métricas de dióxido de carbono al rostizarlos, lo que equivale a conducir 1.700 carros durante un año.
Por esto, aprovechando su posición como investigador de energía limpias y su historia cultural, Armijo encontró una forma mucho más sostenible de asar los chiles: usando energía solar.
No se trata, sin embargo, de la energía solar que solemos imaginar, los paneles solares. En cambio, utilizó otro tipo energía, conocida como termosolar de concentración o CSO, por sus siglas en inglés, en la que se usa todo el rango de la luz solar para generar calor y energía. “En esta tecnología se usan los helióstatos, una especie de pedestales con espejos que se pueden rotar en diferentes direcciones para concentrar la luz solar en un solo receptor que, en este caso, fueron unas torres a 200 pies de altura (alrededor de 60 metros)” en el laboratorio, cuenta Armijo.
Además, como lo explica el portal Solar Feeds, debido a que los sistemas CSP son capaces de almacenar energía mediante el uso de una tecnología llamada “almacenamiento de energía térmica”, se pueden utilizar cuando no hay luz o sol, lo que ayuda a superar los problemas de irregularidad que tienen muchas otras renovables.
Lo que hizo Armijo, entonces, fue poner un asador de chiles que le prestó su papá en lo alto de la torre y apuntar la luz de más de 30 helióstatos hacia este. El resultado no solo fueron 22 libras de chile verde perfectamente asado a una temperatura superior a los 900 grados Fahrenheit, sino con un sabor que le gustó más al equipo. “Hicimos una encuesta con varios voluntarios para que probaran el chile asado con sol y con propano, y la mayoría prefirió el primero”, agrega.
Ante la pregunta de cuánto tendrán que esperar los amantes del chile para poder tener un dispositivo que les permite asar este alimento con energía solar en sus casas, Armijo es bastante positivo. “Sería posible que, en el próximo año, o dos más”, asegura. Incluso, comenta que el próximo año piensa llevar uno de estos sistemas al Festival del Chile que se realiza en Nuevo México para que más gente conozca cómo se asan “al sol”.
Además, el científico y su equipo también están explorando cómo crear sistemas y dispositivos más pequeños que las personas puedan utilizar para tostar los granos de café, para la cerveza o la soya. “Con los precios de los combustibles subiendo y bajando, la energía solar será más barata y eso ayudará a que más personas adopten este tipo de tecnologías”, asegura. Así es cómo Armijo planea que la tradicional cocina de Nuevo México también sea parte de la lucha contra el cambio climático.
Traducción proporcionada por y republicada con permiso de Latino Verde.