A medida que el cambio climático provoca eventos extremos y cambios a largo plazo en el medio ambiente de la Tierra, los impactos físicos en la salud humana (muertes causadas por altas temperaturas, enfermedades respiratorias provocadas por el humo de los incendios forestales y más) siguen aumentando. Pero la ansiedad, el estrés y otros impactos de estos cambios en la salud mental son más difíciles de identificar.
Aun así, a medida que se aceleran los fenómenos meteorológicos extremos y las personas de todo el mundo se vuelven más conscientes del futuro climático del planeta, los investigadores y profesionales de la salud están documentando un aumento en el estrés de salud mental causado por el cambio climático. Este hallazgo incluye ansiedad sobre cómo puede ser el futuro, depresión frente a pérdidas reales o esperadas de vidas o hogares, y desesperación cuando las personas observan la falta de acción por parte de los líderes políticos. Como era de esperar, la investigación muestra que estos impactos en la salud mental afectan de manera desproporcionada a las comunidades marginadas, como las poblaciones indígenas y las comunidades de color.
Abordar el cambio climático requiere la transformación de los comportamientos y de la economía, pero este nivel de cambio solo se puede lograr a través de la presión política de una masa crítica de personas y comunidades que abarcan demografía, estatus socioeconómico y geografías. Alcanzar y mantener ese nivel de acción requiere que la mayoría de esas personas no estén incapacitadas por la ansiedad o la desesperación climática.
Los estudios muestran que empoderar a las personas proporciona una de las mejores herramientas para enfrentar este estrés de salud mental. En particular, tomar acción puede marcar la diferencia entre que una persona se sienta pasivamente esperanzada por un futuro diferente o activamente esperanzada en formas que impulsen el progreso hacia el logro de ese futuro. Pero brindar servicios de apoyo requiere una mejor comprensión de los efectos del cambio climático en la salud mental de todas las personas, especialmente de aquellas que se encuentran en la primera línea del cambio climático. Esta investigación más inclusiva debe comenzar ahora para que los recursos de salud mental estén disponibles para apoyar a las personas y las comunidades antes de una mayor escalada de los impactos climáticos.
Comprender los vínculos entre el cambio climático y la salud mental
La mente humana y el entorno natural son ambos sistemas intrincados, y comprender cómo interactúan entre sí plantea desafíos sustanciales. Para mejorar los resultados de salud mental relacionados con el cambio climático, los investigadores buscan comprender mejor las causas específicas del estrés de salud mental asociado. Por ejemplo, ¿las personas se deprimen debido al cambio climático o la depresión preexistente empeora las preocupaciones sobre el cambio climático?
Con muchas condiciones para estudiar (por ejemplo, ansiedad, agresión, insomnio, abuso de sustancias y suicidio) e innumerables variables para considerar, como condiciones de salud mental preexistentes, demografía y cultura o religión, los investigadores están tratando de entender la dinámica. Además, estos impactos en la salud mental pueden ocurrir de diversas maneras. Por ejemplo, la ansiedad puede manifestarse a través de preocupaciones sobre la seguridad de un ser querido, un desafío a la identidad propia o la pérdida de lugares valiosos, sustento y personas. Cada una de estas vías puede desencadenar diferentes impactos en la salud mental, y comprender las diferencias es fundamental para determinar las causas y los tratamientos.
La escala de tiempo de los impactos también varía, lo que complica aún más las evaluaciones de investigación. Los impactos pueden ser directos ; por ejemplo, las olas de calor pueden provocar efectos inmediatos y directos en la salud mental, incluidas tasas más altas de agresión, trastornos del estado de ánimo, esquizofrenia o manía. O pueden ocurrir indirectamente durante un período de tiempo más largo. Impactos a corto plazo indirecto (near-term indirect impacts en inglés) ocurren cuando un evento climático desencadena una interrupción estresante, como la pérdida de vidas o de viviendas en una inundación o incendio, que puede provocar ansiedad, depresión o trastorno de estrés postraumático.
Otros, como los impactos sobre quienes se ven obligados a emigrar permanentemente porque aumenta el nivel del mar, pueden tener efectos psicológicos indirectos a largo plazo. Este estrés pudiera volverse generacional, ya que la enfermedad mental tiene influencias duraderas en las familias y las comunidades.
La pandemia de COVID-19 profundiza esta complejidad, y la investigación reciente ha demostrado que los factores estresantes separados que surgen de la pandemia y del cambio climático se amplifican entre sí. A medida que los investigadores continúan descubriendo causas y consecuencias específicas del estrés, su investigación en sí debe diversificarse para obtener una comprensión más completa de los efectos en diferentes poblaciones.
Efectos desproporcionados para las poblaciones indígenas y marginadas
La mayor parte de la investigación sobre los vínculos entre el cambio climático y la salud mental se ha centrado en personas de ascendencia europea occidental. En realidad, sin embargo, los pueblos indígenas y aquellos en comunidades marginadas soportan una carga desproporcionada de impactos significativos en la salud mental.
Una de las razones de esta disparidad es que las comunidades marginadas experimentan los primeros y peores impactos climáticos. En áreas urbanas, por ejemplo, la inversión insuficiente ha producido vecindarios con más concreto, menos árboles y más cerca de instalaciones contaminantes como fábricas petroleras. Esta realidad conduce a diferencias en los impactos climáticos; por ejemplo, el calor extremo en las ciudades de EE. UU. coincide estrechamente con las áreas históricamente marcadas en rojo (redlining en inglés). A nivel mundial, este patrón se refleja de múltiples maneras, como el empeoramiento de los impactos del clima extremo en las naciones insulares que carecen de recursos para fortificar sus hogares o reconstruir ante la devastación.
Los impactos de los eventos extremos no sólo exacerban las enfermedades mentales y las divisiones socioeconómicas, sino que las comunidades indígenas y marginadas a menudo tienen menos recursos para abordar los impactos que enfrentan y menos acceso a la toma de decisiones políticas. La dinámica compuesta de impactos más significativos y menos poder para crear cambios continuará aumentando la brecha de salud mental.
Estos factores estresantes se agravan para los pueblos indígenas de todo el mundo, muchos de los cuales tienen culturas estrechamente ligadas a la tierra. La degradación del clima y el medio ambiente a corto y a largo plazo afecta profundamente el bienestar cultural y psicológico de estas comunidades.
El trauma intergeneracional resultante de la colonización, la reubicación forzada y la asimilación se amplifica por la anticipación de una mayor pérdida de las tierras y prácticas ancestrales. La investigación sobre las comunidades en el Circumpolar Norte confirma que las perturbaciones provocadas por el cambio climático en la tierra, las fuentes tradicionales de alimentos y la movilidad afectan las prácticas culturales y erosionan el bienestar mental.
A medida que aumentan los desafíos climáticos para amenazar los medios de vida tradicionales, se deben dirigir recursos de salud mental más significativos y efectivos a las comunidades indígenas. Sin embargo, debido a la historia de colonización y asimilación forzada, estos servicios deben ser culturalmente sensibles, adaptados a las necesidades de las comunidades a las que pretenden servir.
Soluciones con raíces comunitarias
Para las comunidades marginadas, los servicios de salud mental no deben contribuir a mayores pérdidas culturales. Los enfoques de arriba hacia abajo corren el riesgo de crear más daño al forzar nuevos modos de asimilación cultural. En cambio, las soluciones deben ser impulsadas por las comunidades y deben apoyar el conocimiento tradicional, las prácticas de salud mental de apoyo que se han transmitido por las generaciones.
Muchas comunidades indígenas utilizan fuertes lazos sociales y culturales para mantener la salud mental y el bienestar, incluidas las de Australia y el norte circumpolar. Estas sólidas estructuras sociales han permitido a los pueblos indígenas adaptarse a los duros cambios ambientales.
Debido a que el legado del colonialismo ha comprometido esta capacidad y los pueblos indígenas a menudo han sido forzosamente reubicados en áreas de difícil acceso y de escasos recursos, los investigadores argumentan que se necesitan tasas de apoyo financiero por persona superiores al promedio. El apoyo a la salud mental debe centrarse en mantener y rejuvenecer la estructura social resiliente de una comunidad. Es importante destacar que este enfoque incluye recursos financieros para abordar las disparidades socioeconómicas y apoyar las inversiones en la resiliencia para adaptarse a los impactos severos del cambio climático.
Con estas lecciones, la investigación y las soluciones adicionales deben involucrar una representación más amplia entre los investigadores, autores, sujetos y estudios de casos de salud mental. Investigadores más diversos aportarán perspectivas adicionales a esta investigación, y poblaciones de estudio más diversas garantizarán que los impactos en los más afectados sean mejor entendidos. Las comunidades marginadas deben ser tratadas como socios en la creación conjunta de intervenciones tempranas y el abordaje de las deficiencias existentes en los servicios de salud mental.
Este trabajo debe comenzar ahora, para garantizar que existan estructuras de apoyo a medida que el cambio climático se acelera y empeora.
Emily Jack-Scott es directora de programas en el Instituto de Cambio Global de Aspen y Michelle Solomon es analista de políticas en Energy Innovation .