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el asesino callado » Yale Climate Connections


Mientras que los huracanes nos dan mucho miedo y pueden ser mortales, el calor extremo es un asesino sigiloso que causa más muertes que todos los demás desastres meteorológicos combinados. Este verano, una ola de calor sin precedentes azotó el oeste de los Estados Unidos, con temperaturas que superaron los 110 °F en algunos lugares.

El cambio climático ha hecho que las olas de calor sean más frecuentes y más severas en todo el mundo. Bloomberg informa que una octava parte de la humanidad vivía en condiciones de calor extremo durante seis meses en 2022. Partes de Bangladesh, India, Nepal y Pakistán sufrieron temperaturas superiores a los 104 °F . China informó que 267 estaciones meteorológicas observaron temperaturas super altas en agosto. El país experimentó otra ola de calor sin precedentes en octubre de 2022.

Los investigadores de World Weather Attribution informan que el cambio climático hizo que la ola de calor de India y Pakistán fuera 30 veces más probable que ocurriera. Otra investigación sugiere que las personas pueden ser mucho más susceptibles al calor de lo que se creía anteriormente.

Pero las noticias no son del todo malas. Otra investigación está ayudando a identificar estrategias efectivas para mitigar los impactos del calor extremo y disminuir el sufrimiento humano. Las ciudades están examinando formas de enfriar las temperaturas, especialmente en las áreas más pobres cuyos residentes son los más afectados por las olas de calor. Algunas soluciones efectivas son bastantes sencillas, como plantar más árboles de sombra y contratar administradores de la ciudad para planificar respuestas efectivas para mitigar el sufrimiento durante las olas de calor.

La tolerancia humana al calor es más baja de lo que se pensaba

Una nueva investigación ha demostrado que los humanos no son tan tolerantes al calor como se suponía anteriormente. Muchos estudios climáticos anteriores habían asumido que los humanos pueden tolerar una temperatura de “tubo húmedo” de hasta 95 °F. Obtenido al envolver un trozo de tela húmeda alrededor del bulbo del termómetro, la medida representa tanto la temperatura del aire como la humedad. La medida del bulbo húmedo es importante porque la humedad causa que el sudor se quede en la piel. Por lo tanto, impide el proceso de enfriamiento natural del cuerpo, y el límite superior real puede ser mucho menor, según un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Expusieron a 24 participantes adultos sanos con una variedad de tipos de cuerpo a un rango de diferentes niveles de temperatura y humedad. Descubrieron que el nivel de exposición al calor que excedía la capacidad de enfriamiento natural del cuerpo ocurría muy por debajo de los 95 °F para todos los sujetos. En condiciones húmedas, con una temperatura del aire en el rango de 96.8 °F a 104 °F, el límite crítico de bulbo húmedo promedió es alrededor de 86 °F.

En condiciones secas con una temperatura del aire superior a 122 °F, el valor crítico de bulbo húmedo es menos de 79 °F. En condiciones secas y calientes, los investigadores encontraron que la temperatura de la piel del sujeto en realidad aumentaba más rápidamente hacia niveles críticos.

Estos resultados sugieren que las personas son mucho menos tolerantes al calor extremo de lo que se pensaba anteriormente, y que los límites de calor extremo variarán según las condiciones climáticas y la fisiología individual.

Eso es especialmente preocupante, porque si bien el punto de referencia anterior de “bulbo húmedo” de 95 °F rara vez se ha excedido incluso en las partes más cálidas del mundo, más lugares están experimentando los valores críticos más bajos que se observaron en este estudio. Esto significa que más personas pueden estar en riesgo a medida que el cambio climático eleva las temperaturas.

Problemas en particular para los trabajadores al aire libre

Más de 30 millones de residentes de los Estados Unidos pasan la mayor parte de su tiempo trabajando al aire libre en trabajos esenciales como la construcción, el mantenimiento, la vigilancia y la agricultura. Y construir turbinas eólicas, instalar paneles solares y realizar otros trabajos esenciales necesarios para lograr una transición de energía limpia requerirá que los trabajadores al aire libre se enfrenten al calor extremo que pone en peligro su salud y productividad.

Un estudio reciente en la revista Elementa: Science of the Anthropocene analizó los impactos del calor extremo en esta fuerza laboral. Los autores analizaron las posibles tendencias climáticas en los Estados Unidos y la cantidad de horas de trabajo que podrían superar los umbrales de temperatura en los que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) recomiendan un turno de trabajo reducido (índice de calor superior a 100 °F) o interrupción del trabajo (superior a 105 °F). Suponiendo que no haya cambios en la población, los investigadores encontraron que la exposición de los trabajadores a días con un índice de calor superior a 100 °F aumentaría de tres a cuatro veces para mediados de siglo y de cuatro a siete veces para fines de siglo, dependiendo de las emisiones.

Calcularon que las horas de trabajo perdidas podrían poner en riesgo entre $ 39 y $ 55 mil millones en ganancias de los trabajadores para 2050. Sin embargo, la economía es solo la punta del iceberg de los impactos climáticos en la fuerza laboral al aire libre. Los trabajadores al aire libre reciben salarios más bajos que el promedio y los trabajadores Negros e Hispanos experimentan muertes relacionadas con el calor desproporcionadamente más altas. Dado que muchas de las acciones necesarias para abordar el cambio climático dependen del trabajo al aire libre, los horarios de trabajo adaptables son un imperativo climático.

Esperanza de soluciones: ¿Hecho a la sombra?

Si bien cambiar el clima parece imposible, algunas soluciones de enfriamiento están disponibles. Una estrategia eficaz consiste en contrarrestar el “efecto de isla de calor urbano” en vecindarios que históricamente no han recibido los recursos merecidos. Es decir, áreas urbanas con mucho pavimento y poca vegetación son más afectadas por las olas de calor que las comunidades más verdes.

Un estudio de 2020 de 108 áreas urbanas de los Estados Unidos reveló que los vecindarios con pocos recursos, con sus altas concentraciones de residentes de bajos ingresos y residentes de color, son casi 5 °F más cálidos que las áreas más ricas de la misma ciudad. Plantar árboles de sombra en estas áreas puede ser una herramienta poderosa.

En Atlanta, por ejemplo, investigadores de la Universidad de Miami y la Universidad Estatal de Georgia encontraron que las temperaturas superficiales de verano pueden variar casi 14 °F entre áreas con vegetación y sin vegetación. Su análisis de los documentos de planificación también mostró cómo los esfuerzos para preservar la copa de los árboles urbanos en vecindarios predominantemente negros o de bajos ingresos redujeron las desigualdades de calor observadas en otras ciudades de los Estados Unidos.

Una mejor planificación de la ciudad para incorporar nueva vegetación o plantar árboles jugará un papel importante en el fomento de entornos urbanos más frescos al mismo tiempo que se corrigen las desigualdades.

Una necesidad para jefes de calor

Tomarse el calor en serio e implementar estrategias para combatirlo requerirá institucionalizar la práctica de la planificación del calor en el gobierno local de todo el país. Por ejemplo, algunas ciudades están creando puestos de director de calor para tratar el calor como el importante riesgo de seguridad que representa.

Desde los horarios de trabajo hasta la planificación de la ciudad, están explorando e implementando formas de adaptar la vida social que protegerán la salud y la economía al mismo tiempo que reducen las desigualdades socio-económicas. Se espera que estas estrategias se vuelvan más importantes y más comunes a medida que el cambio climático provoque un aumento de las temperaturas. Al mismo tiempo, los investigadores deben continuar identificando los límites de la adaptabilidad humana y las posibles soluciones.

James Arnott es Director Ejecutivo del Instituto de Cambio Global de Aspen , y Greg Alvarez es Director Adjunto de Comunicaciones de Innovación Energética . Ambas organizaciones son socios de intercambio de contenido de Yale Climate Connections.





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